Ayer por la noche dos
nuevas y fuertes réplicas del terremoto del 16 de abril sacudieron la tierra en
Ecuador. Se han sentido sobre todo en Esmeraldas y en Manabi. Ya son más de
2.100 desde el día del sismo principal. Desde ese momento, las Hijas de la
Sabiduría de Ecuador, con otros muchos actores que han querido vivir la
solidaridad con las víctimas, hemos ido a las zonas afectadas para participar
en la misión de acompañamiento y ayuda de las personas que han sufrido las
consecuencias de este desastre natural.
En próximas entradas
compartiremos algunos testimonios de las hermanas. Ahora presentamos una oración
de la hermana Violeta.
Me
vienen al corazón las palabras de San Luís María de Montfort, “el brazo de Dios
no se ha acortado”. Hermanos y hermanas ésta es la esperanza que hoy me nace
recordarles: Dios está presente más que nunca con ustedes en cada gesto por la
vida que han vivido y siguen viviendo.
Está en
el socorro heroico de las familias, de los padres, de las madres, hijos e hijas;
en los vecinos y vecinas que han ayudado a salvar a los más débiles, niños y
ancianos, y está en la acción de los desconocidos, voluntarios anónimos que han
acudido, simplemente, al llamado de la necesidad de otros seres humanos. Está también
en la fidelidad de un perro más que mascota, amigo, guardián de la familia sin
apartarse de ella incluso en el peligro de la muerte que acecha.
El Señor
está con ustedes y el prójimo también. El Señor está con ustedes cuando han
cruzado fronteras de tantos tipos para apoyarse, para consolarse.
¡Ánimo,
hermanos, ánimo!
En la solidaridad de pequeños y grandes, Dios está con
ustedes.
Nosotras,
nosotros, los consagrados no nos quedamos paralizados. No podemos hacerlo, sino
que resuena en nosotros/as, la palabra del profeta “¡Ay de mi si no arriesgo, si
no camino con ustedes!”.
Danos,
Señor, danos fuerza.
Oh Sabiduría,
concédenos vivir lo que nuestra buena Madre María Luisa nos dice: poner en
práctica lo que tú mismo nos has revelado, ser ternura, misericordia,
fortaleza, esperanza en una realidad donde se anhela tu presencia fecunda. Concédenos
ser sabiduría, ser tus enviados.