Compartimos un testimonio profundo y emotivo de Diego, perteneciente a los “Jóvenes misioneros de la Sabiduría” del grupo de Quito que nos transmite su experiencia de varias misiones con el grupo de jóvenes misioneros y con las Hijas de la Sabiduría. ¡Le dejamos la palabra!
“Dios se hace presente en las personas y en su forma de
amarlo” es una frase que casi siempre he escuchado, probablemente también es
algo que en repetidas ocasiones lo menciono. Sin embargo algunas veces olvido
lo que realmente significa y siento esas palabras vacías.
Quizás amarlo no es tan fácil como algunos piensan y es
que ello conlleva arriesgar nuestra forma de pensar, nuestras actividades
rutinarias e incluso a ir en contra de lo que creemos mejor para nosotros
mismos.
Cuando Dios quiere algo de nosotros, sin duda nos insistirá con paciencia hasta que nos demos cuenta de que lo que él nos pide es mucho mejor de lo que nosotros queremos en nuestra vida.
Las veces que voy de misión a evangelizar, a ayudar a personas desvalidas o a apoyar a las
parroquias rurales que visito, logro observar el verdadero significado del amor divino. Me doy cuenta que todos somos buenos y merecedores de su Reino,
pues tenemos bondad en nuestro corazón, lamentablemente nuestras malas
decisiones no nos permiten serlo completamente.
Es así como cada misión tiene algo distinto, y es que la realidad de cada lugar caracteriza a las personas de
una manera especial; algunos aceptan con amor a Dios, otros lo evitan, algunos
se burlan de él, a otros ni siquiera les interesa. En fin, afrontar todo eso es
parte de la misión evangelizadora a la que Dios nos llama siempre y es entonces
cuando soy consciente que se hace presente en los demás pues así como el nos
perdona día tras día de todo lo malo que hacemos espera con una enorme
paciencia a que estemos dispuestos a cambiar nuestras malas actitudes y
hábitos, esperando que esa conversión sincera nos haga crecer seguramente a
costa de lo que el mundo equívocamente cree que es lo mejor. Nadie es perfecto
solemos decir, Dios lo sabe y así nos ama, es así como espera que lo sigamos ¿qué misioner@ nació santo?, pues
ninguno.
Mi experiencia de misión me asegura, que acudir al encuentro de los demás
no siempre es sencillo pero sin duda vale la pena, además si Dios me salvó ¿qué impediría que aquellos que lo busquen
sin saberlo o los que como yo lo odiaran y luego terminen amándolo?. Por mi
parte estoy seguro, que iré a donde él me envíe, amaré a los hermanos que me quieren y a los que me odian; es así como Dios me enseñó su amor
y es así como lo encuentro en el mundo.